viernes, 9 de noviembre de 2012

Reeduca tu mente para sentirte mejor

nuestro marco de referencia interno: si estamos llenas de maldad o envidia, percibiremos un ambiente teñido de amenazas. En cambio, si logramos pasar a un estado psíquico superior, podremos acomodar nuestra percepción y redirigir nuestra energía.     


El ambiente y el sujeto parecen, a simple vista, fenómenos separados que ejercen influencia recíproca. Pero, en esencia, ambos corporifican la realidad suprema de la vida. Son, esencialmente, una sola cosa. Esta inseparabilidad nos permite comprender que el ser humano puede ejercer influencia sobre su entorno, y no tiene que vivir a merced de su ambiente impredecible y sometido al cambio incesante. 

El Curso de Milagros (un programa de entrenamiento espiritual) nos enseña: “Todas las cosas que creo ver son reflejos de mis ideas, por eso juzgo todas las cosas cómo quiero que sean”. Por eso, el mundo que vemos refleja nuestro marco de referencia interno: las ideas predominantes, los deseos y las emociones que albergan nuestras mentes. Si observamos su funcionamiento, veremos que primero miramos en nuestro interior y decidimos qué clase de mundo queremos ver. Luego, proyectamos ese mundo afuera y hacemos que sea real para nosotros, mediante las interpretaciones que la mente realiza de lo que estamos viendo. Si nos valemos de la percepción para justificar nuestros propios errores (nuestra ira, nuestros impulsos agresivos, nuestra falta de amor en cualquier forma que se manifieste) veremos un mundo lleno de maldad, envidia, resentimiento y amenaza. 

Tenemos que aprender a perdonar todo esto. No porque al hacerlo seamos más “buenos”, sino porque lo que vemos no es real. Distorsionamos el mundo con nuestras defensas y, por lo tanto, estamos viendo algo que no está ahí. En Oriente, la percepción se llama “ilusión” o “maya”, porque es una función del cuerpo y, por lo tanto, presupone una limitación de la conciencia. El cuerpo aparenta ser automotivado e independiente pero, en realidad, sólo responde a las limitaciones de la mente y sus creencias. 

Cuando somos conscientes de este mecanismo de la mente, comenzamos a reeducarla. Esto significa que abandonamos un estado psíquico inferior para pasar a otro superior, es decir, logramos un crecimiento interno. A medida que esto ocurre, van cesando las perturbaciones mentales y esa energía que antes se dirigía al ego o a la personalidad inferior, ahora se relaciona con el Sí Mismo o, lo que es lo mismo, con el Yo Supremo o con nuestro Maestro Interno. 

Comienza entonces un crecimiento que culmina en la transformación de nuestros pensamientos, de nuestros actos, que concordarán cada vez más con nuestra sabiduría interior y con nuestro profundo amor compasivo hacia todos los seres. Aunque esto parezca imposible, aprendemos a separar el ego (la personalidad inferior de la esencia pura en todos los seres). Por ejemplo: pensemos en una persona que aún no hemos podido perdonar y que nos despierta mucha ira; lo que debiéramos hacer es poder separar su personalidad inferior (con la cual no estoy de acuerdo) pero sí poder amar su esencia. De este estado mental nace un núcleo de felicidad indestructible, y ésta resuena en el mundo circundante. Este principio nos alienta a extraer nuestra naturaleza suprema innata, de manera tan sólida y firme que podamos construir una dicha interior inquebrantable, sean cuales fueren los problemas o las alegrías que nos ofrezca nuestro entorno. 

Cada vez más personas comprenden que el mundo no se compone de elementos separados, sino de fenómenos interrelacionados. Goethe escribió sobre la naturaleza y los fenómenos de la vida: “Inevitablemente llegará el día en el que el pensamiento mecanicista y atómico desaparecerá de todas las mentes de las personas sabias, y en cambio, comenzará a verse en todos los fenómenos su dimensión dinámica y química. Cuando esto ocurra, la Divinidad de la Naturaleza viviente se desplegará ante nuestros ojos con total claridad”.   

Graciela Meghinasso, Centro Recrearte, Fundación Filosofía y Arte para la Vida. Enseñanza de Yogaterapia y Técnicas de Relajación.
Fuente: http://www.soysaludable.com/bienestar/6814-61reeduca-tu-mente-para-sentirte-mejor

DE ESAS MALAS MUJERES A LAS QUE LES DEBEMOS TANTO


DE ESAS MALAS MUJERES A LAS QUE LES DEBEMOS TANTO
En estos días observaba de lejos una de esas épicas peleas entre la mujer "legal" y la "otra". La "legal" se dedicaba a difamar a la "otra" de todas las maneras posibles y por todas las vías disponibles acusándola de meretriz, rompe hogares y de haberle sonsacado a su pareja.
Como esa pelea he visto un montón a lo largo de mi vida y siempre tengo el gusanillo de preguntarle a la "legal": ¿de verdad crees que la "otra" te sonsacó al marido? ¿en serio?
Aspiraría a que la respuesta fuera un No rotundo pero asombrosamente la mayoría de las veces escucho a las mujeres muy convencidas del poder seductor de la otra quien logró con artimañas terribles, dignas de una bruja de las peores y merecedoras del castigo de la Inquisición, hacer que su pobre hombrecito cediera a sus ataques.
Sinceramente y siendo honestas señoras, déjenme decirles que están en un terrible error, un tremendo error, un gigantesco error: ningún hombre se lo lleva otra, se van por sus propios pies sin más ni más.
No existe ese poder mágico y oscuro que logre que una mujer obligue a un hombre en contra de su voluntad a compartir su cama ni mucho menos a responderle fisiológicamente a sus requerimientos amorosos, no una sino varias veces seguidas.
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No hay ningún artilugio mágico que produzca el efecto por el cual un hombre enamorado llame a otra mujer que no es la suya para salir y disfrute de la salidita, los vinitos, los besitos y demás yerbas aromáticas con un profundo sentimiento de culpa que oculta muy bien.

No hay la posibilidad de que su pareja haya sido tentado así como Adán en el paraíso terrenal por Eva y la manzana y él sumiso haya aceptado su destino cumpliendo alguna escritura ancestral.
No es prueba de ese poder de seducción el hecho de que su pareja se hinque a sus pies y le diga: perdón mi amor, ella me manipuló porque todos sabemos que un hombre primero acepta que es un monigote a que es un infiel.
No amigas, para nada. Lo único que es total y completamente cierto en todos los casos es que nos encontramos con un especímen del sexo masculino con una "pequeña" incapacidad para enfrentar sus relaciones maduramente. Así de simple como una caraota es la explicación.
En mi vida me ha tocado estar casualmente en los dos lados de la moneda y con el mismo ser (digno de laboratorio). Cuando lo conocí, me encantó, me conquistó para luego enterarme de que había otra que "era buena pero no llenaba sus expectativas, no lo hacía sentir igual y blablablabla", cosa que creí y esperé a que se diera el desenlace a mi favor.
Pasó el tiempo y al fin, era para mí sola, el Nirvana. Ibamos, veníamos, éramos tan felices que dábamos casi asco. Hablamos de matrimonio y demás y nos separamos entonces por cosas de trabajo. Al principio, cartas y llamadas todos los días, luego cada tres, luego una vez a la semana y luego... empezó a olerme mal todo.
Una visita, dos visitas y a la tercera ya había actitudes sospechosas. Para hacer el cuento corto, un fin de año a medianoche me dijo: en un rato nos vemos y en un mes me enteré que se estaba casando. Listo, yo había ocupado el lugar de la otra en esta oportunidad.
Lloré, chillé, me despeché, salí con el tipo más bello que se me atravesó aunque no me gustara mucho porque necesitaba sacarme esa espina pero extrañamente, no sentía nada hacia la "otra" que me había "quitado" aquella tremenda joya.
Partiendo del hecho de que no me podía quejar mucho (yo había sido ella antes) empecé a ponerme en su lugar y me di cuenta que tenía muy poco que ver realmente en lo que había pasado. Solo había jugado un papel en un momento pero, aunque hubiera deseado con alevosía quitármelo ya él había comenzado su camino de salida cuando puso los ojos en ella.
Entendí que lo que había fallado no era mi habilidad para retenerlo ni había triunfado la de ella para conquistarlo, lo único que no servía era él como hombre fiel a sus compromisos, con moral, con respeto por los seres con los que compartía, como ser humano maduro que enfrenta sus realidades y asume las consecuencias.
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A partir de ese momento comencé hasta a sentir un poquito de lástima por ella, ya que lo que había ganado realmente no era el mejor de los premios y cuidado, era un castigo a la larga y yo, afortunadamente me había librado para siempre de alguien que no valía ni un suspiro y se lo debía todo a ella.

Así que amigas, cada vez que su hombre, pareja, peor es nada se vaya con otra, no pierda su tiempo ni bilis en la otra, no señor. Dele las gracias por el favor que le hace al desenmascarar al individuo que tiene al lado, por mostrarle sus grandes fallas, por hacerle ver que su voluntad y su decisión de amar y compartir no funcionan.
Si se topa con aquellas que son tan inocentes como usted, no la atormente. Hágale la maleta real y emocional al saliente y mándelo con lacito y todo a la calle que es donde debe estar. A la otra le tocará recoger esa perla y dormir todos los días con el temor de cambiar de rol en el momento menos pensado.
Si le toca una de aquellas que se jacta de haberle quitado esa "maravilla apocalíptica", tómese su tiempo, hágale la lista de sus defectos y manías, llévele la ropa sucia de una para que empiece a demostrarle su amor y a vivir ese triunfo desde adentro.
Y usted mi querida amiga, pase la página. Llame a sus mejores amigas, esas que le levantan el ego, le impiden rebajarse y la obligan a mirar al frente con valor y se toma tres botellas de vino, le lanza dardos a la foto del infeliz y brinda porque usted está dando un paso al frente con una carga menos y un poco más de autoestima y no le hace falta insultar a nadie porque sabe que si alguien ganó en este juego, es usted.

Fuente: http://www.inspirulina.com/de-esas-malas-mujeres-a-las-que-les-debemos-tanto.html